En 2003 terminaba sus “Reflexiones generales sobre la Educación y sus tensiones” con estas palabras: “Deseo que los educadores mantengan y vigoricen sus fuerzas morales, sus sueños, su propósito de contribuir a la construcción de un Mundo diferente. De esta fibra los hay, abundantes, en todos los países. Los he conocido, los he admirado, los he llorado cuando han caído. Deseo que quieran y puedan seguir defendiendo con coraje su derecho a la discrepancia, a la resistencia, a la insumisión ante todas aquellas fuerzas que en el mundo actual quieren subordinar la condición humana a los beneficios económicos, al mantenimiento de la marginalidad de las mayorías, al sometimiento irracional a las múltiples corrientes liberticidas. Y también deseo que la sociedad no los deje en la precariedad y en la soledad. Que no espere de ellos lo que ellos no pueden hacer, que les permita vivir y ayudar a vivir en la ilusión”.
Para ayudar a construir ese Mundo diferente desde lo que es su campo específico, la educación popular, ha vuelto -a los 84 años de edad- al Uruguay, su patria de adopción, que lo acogió como niño inmigrante-pobre y en cuya escuela pública se formó el Maestro Soler. Y está dando su batalla por la construcción colectiva de ese sueño, desde la Comisión Organizadora del Debate Educativo (CODE), de la que es pilar fundamental.
Desde allí parece proclamar a los jóvenes y los no tan jóvenes pero descreídos actores de la educación pública, lo que decía al cerrar su carta-renuncia en 1961: “No hemos alcanzado aún el triunfo, ni aceptamos sentirnos derrotados porque cada día somos más y sabemos mejor lo que queremos. La jornada ha sido intensa, pero llena de goces, que son nuestros para siempre. Y la fe en nuevas jornadas, luminosas y fecundas, no nos abandonará jamás”.
La Universidad de la República, al otorgarle el título Doctor Honoris Causa, no hace sino saldar la deuda que la sociedad uruguaya, y en especial los sectores vinculados directamente con la educación, mantienen desde hace 45 años con este “Maestro agredido”, y, a través suyo, la deuda que la Universidad tiene con la Escuela Uruguaya, Vareliana, que contribuyó a formar seres autónomos y críticos, y a definir una identidad nacional caracterizada por la vocación transformadora, la solidaridad y la justicia social.
Disertación del Maestro Rural Miguel Soler Roca en el Paraninfo de la Universidad del Uruguay