Primer Núcleo Escolar Experimental de la Mina. Oscar Cabrera.Aporte de Hortencia Coronel
   
  Núcleo de la Mina
  LA DIARIA y los actos en la Escuela 60 de La Mina
 
Lucas Silva La Diaria
http://ladiaria.com.uy/articulo/2015/4/maestros/
Fotos Heber Soria 
Miguel Soler Roca fue homenajeado el 20 de abril de 2015 en Cerro Largo, en la inauguración de la colonia Julio Castro.
 
 
La jornada arrancó después del mediodía y fue intensa. Primero tratemos de ubicar el lugar geográfico y algo de su contexto histórico. La escuela rural Nº 60 fue el epicentro del Núcleo Experimental de La Mina, un emprendimiento educativo que el maestro Miguel Soler Roca coordinó entre 1954 y 1961. Queda a 12 kilómetros del pueblo Isidoro Noblía y a 55 kilómetros de Melo, la capital departamental; tiene varios salones de clase, un pequeño parque con juegos y un par de pinos, dos aljibes y una casa lindera pintada de salmón. Y después campo, mucho campo.
 

La Mina involucró a maestros, alumnos y pobladores de este lejano paraje del norte del departamento de Cerro Largo, a pocos kilómetros de la frontera con Brasil. Participaron siete centros educativos y se llevó adelante en coordinación con organismos del Estado, hasta que el Consejo de Educación Primaria de la época entendió que el proyecto ya no tenía sentido.
 
Ayer, además de homenajear a Soler Roca por su trabajo en este proyecto, el INC inauguró la colonia Julio Castro, un predio de 770 hectáreas que beneficiará a 24 familias de asalariados rurales de la zona. Los beneficiarios son tres grupos, que se dedicarán a la ganadería y a la agricultura: Cruz de Piedra, Proquincel y La Esperanza. Significativamente, la colonia Julio Castro está ubicada a 12 kilómetros de la colonia Misiones Sociopedagógicas Miguel Soler Roca, que funciona desde 2011.
 
“Esta adjudicación de tierras es fundamental para la justicia social, la distribución de la riqueza y la construcción de ciudadanía. La denominación de esa colonia para homenajear al educador y periodista Julio Castro está vinculada con su defensa de los trabajadores rurales y su compromiso por construir una sociedad más justa”, resumió Jacqueline Gómez, la presidenta del INC.
 
En el acto estuvieron también el vicepresidente Raúl Sendic, las ministras Marina Arismendi y María Julia Muñoz y autoridades de Primaria, Secundaria y UTU, pero el protagonista de la jornada fue Soler.
 
No fue una tarde sencilla. Se lo notaba emocionado por el reencuentro con la escuela que fue clave en su proyecto más emblemático. La escena más repetida de la tarde: personas, de entre 50 y 60 años, que se acercaban a saludarlo y se presentaban como ex alumnos. También se encontró con ex colegas; a algunos no los veía desde hacía 30 años. Los maestros rurales y estudiantes de magisterio lo rodeaban para sacarse fotos con él o pedirle que les firmara alguno de sus libros; lo mismo hizo un policía y hasta un cura párroco. “Este viejo es un fenómeno. En todo el mundo”, le explicaba un peón de estancia a su hija. A pocos metros, unos niños jugaban en el pequeño parque como si fuera un día normal de clases.
 
Otra vuelta
 
Soler, que tiene 93 años, no quiso leer el texto que escribió, y le pidió a un maestro rural jubilado, Ariel Britos, que lo hiciera. “Les aseguro que esta tarde es portadora de voces memorables para mí”, comenzó diciendo Soler, por intermedio de Britos. En la carta agradeció a muchos protagonistas del proyecto La Mina: a una joven maestra que donó todo su primer sueldo, al primer grupo de enfermeras rurales de Uruguay (sí, enfermeras a caballo), a los ingenieros agrónomos que aportaron al colectivo, y a su esposa, Nelly Couñago, maestra de Educación Estética en el núcleo, fallecida en 1965 en México. El final de la carta dice lo siguiente: “Me llena de emoción que esta importante colonia lleve el nombre del maestro mártir Julio Castro. Trabajamos juntos y nos quisimos mucho durante 40 años […] Cuando en marzo de 1961 di por concluida mi actuación en el núcleo, La Voz de Melo me cedió sus micrófonos para que explicara las razones de mi partida. Ese día dije: ‘Volveremos’ y, como ven, hemos vuelto, fortalecidos para seguir trabajando por el futuro de la patria, porque como nos dejó dicho Eduardo Galeano, otro mundo es posible”.
 



Lo que falta

“Muy querida y recordada Zaira: aquí estamos haciendo lo que siempre hicimos, desde hace más de 50 años, con Julio, cuya compañía no nos abandona nunca. Nos tocó perder y sufrir, pero la derrota será transitoria. Un día nosotros le haremos justicia a Julio. Y si el tiempo se nos va, otros lo harán por nosotros”. Esta carta se la envió desde México Carlos Quijano, el 24 de abril de 1980, a la esposa del maestro Julio Castro. Ayer, el Instituto Nacional de Colonización (INC) le rindió un justo homenaje a Castro, aunque para la justicia, según su amigo Miguel Soler Roca, todavía falta.
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Después de que terminó el acto, Soler ingresó a uno de los salones, se sentó en uno de los pequeños bancos escolares y conversó unos minutos con la diaria.
 
-¿Cómo era esta zona en 1955?
 
-Era una zona rural de pequeños productores, algunos medianos, no era una zona de latifundio. Había muchos más habitantes que los que hay ahora. Lo que pasó en toda la campaña uruguaya pasó aquí también. Era una zona fundamentalmente ganadera y agrícola, para la supervivencia de las familias. Era gente trabajadora, habitantes de rancheríos similares a los que ya había conocido en otros lugares del país. Aquí había algún bolsón de población, pero en general era población dispersa, cada uno en su casa, con cierto nivel de vida medio y medio bajo, que hacía recomendable la implementación de una experiencia de desarrollo rural. Para eso fue necesario convencer a la población de que se plegara a los objetivos que teníamos con la misión.
 

-¿Cuáles eran las desigualdades más visibles?
 
-Tenían que ver, en primer lugar, con lo racial, con una población que hoy llamaríamos afrodescendiente y también con los pobladores que venían desde Brasil. En general, era una población que si bien no constituía comunidades, salvo en el caso de Isidoro Noblía, resultó apta para gestar, entre ellos, un sentimiento de comunidad. Eso ayudó mucho a nuestro trabajo.
 
-¿Qué resistencias generó el proyecto?
 
-Las resistencias que tuvimos son las naturales de todo cambio sociocultural, que eran previsibles, y para eso construimos un programa educativo. Las resistencias políticas de fondo llegaron después del cambio de gobierno, cuando el Partido Nacional ganó las elecciones de 1958. Entonces cambió la visión desde Montevideo con respecto al núcleo de La Mina, que rápidamente se reflejó en la actitud del Consejo de Educación Primaria, que estaba constituido por gente muy incompetente. Algunos de ellos carecían de toda ética profesional y personal. Naturalmente, fue muy rápida la acción agresiva contra nuestro proyecto.
 
-¿La insistencia en la defensa de la tierra es algo que incorporó acá o ya lo traía?
 
-El tema de la tierra lo tengo presente desde mi nacimiento. Yo nací en tierra catalana, en zona rural. Siempre comprendí que la distribución y el uso de la tierra es un tema fundamental para Uruguay. Es algo que sigue ocurriendo y que es necesario profundizar.
 
-Cuando habla del maestro Julio Castro destaca su capacidad de pasar de la reflexión a la acción. ¿Piensa que eso está cambiando?
 
-Creo que ahora, en general, la reflexión que debe preceder a la acción en algunos casos es demasiado floja o inexistente. En el afán por cambiar las cosas hay cierta prescindencia de un debate suficiente. Creo que es algo para corregir: hay que provocar esos debates. En cuanto a los docentes de antes y los de ahora, es difícil hacer comparaciones. Primero, porque la formación docente ha tenido una evolución: antes los maestros se graduaban con dos años de carrera, después fueron tres y ahora son cuatro. Antes no pensábamos en la Universidad, ahora reclamamos que la formación del maestro de base tenga grado universitario. Hay que reconocer que un sueldo bajo es siempre motivo para que una parte de la población que estudia magisterio lo haga desde la extrema necesidad de ganarse la vida, pensando en una formación rápida y en un trabajo seguro. Me da la impresión de que eso requiere un debate y una corrección. Necesitamos renovar el cuerpo de estudiantes de magisterio para que sea más representativo del conjunto de la sociedad e incluya a muchos jóvenes marginados, que hoy cursan secundaria con dificultades. Que reciban becas e ingresen a la formación docente desde su antecedente de haber sido partícipes de una vida pobre. Yo fui un niño pobre y después un adolescente pobre. Esa pobreza que viví con dignidad era la pobreza de los inmigrantes europeos que venían con cierta cultura y cierta formación; esa pobreza me ha servido, a lo largo de la vida, para ubicarme en el lugar de otros que comparten hoy esa pobreza, y para creer en el gran potencial que tenemos en esa parte de nuestra población, que hoy no accede a estudios universitarios. Ser de izquierda significa estar siempre del lado del más débil, pero los maestros, además, estamos obligados a ser agentes de cambio. Nosotros no podemos trabajar para perpetuar esta sociedad; esta sociedad tiene problemas y defectos, cosas a corregir, y debemos educar para facilitar esa corrección, para que haya un cambio social.
 
-Usted habla de la importancia de la acción. En esta etapa histórica del país, ¿se corre el riesgo de que esa acción sea meramente institucional?
 
-La acción institucional puede ser un motor, es un agente representante de la sociedad, que está obligado a la acción en todo momento y por la voluntad soberana. Es el rol del gobierno ejercer la función de conducir los destinos del país. Pero con eso no basta. Tenemos que tener el diálogo, la comprensión y la negociación de las fuerzas sociales del país. Por eso es importante que el PIT-CNT y el gobierno busquen un entendimiento en temas educativos, porque toda ruptura con los actores sociales va a lesionar el futuro del país. Necesitamos, naturalmente, que la sociedad civil y los miembros de la comunidad educativa, que no somos sólo los maestros y los niños, trabajen juntos por el bien de la escuela pública.

 
-Quijano, en una carta que le envió a la esposa de Castro, le pedía paciencia, porque la justicia finalmente iba a llegar. ¿Piensa que con este homenaje se está más cerca?
 
-Falta mucho para hacer justicia por Julio Castro. Julio Castro fue secuestrado, torturado, asesinado y desaparecido durante más de 30 años. Con la aparición de sus restos no termina el caso Julio Castro. De ninguna manera. Falta un ingrediente fundamental, que es la justicia. Él no se asesinó, no se torturó; los responsables por ese crimen no han sido juzgados. Eso no se ha reparado, y yo voy a seguir reclamando justicia.
Lucas Silva LA DIARIA
 
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