Confirman además el reinicio de las misiones sociopedaógicas en el mes de octubre de 2010
Se procedió al cierre de la práctica rural que se realiza por parte de los alumnos de 4º año de Magisterio del año 2010.
La docente Maribel Reggiardo explicó a ATLAS que los alumnos realizan una pasantía en el medio rural, que pretende ser una síntesis de todos los aprendizajes que han adquirido a lo largo de la carrera. "Es una práctica que los lleva a conocer otro medio, el medio rural, que presenta desafíos bien propios y diferentes, y que le exige al maestro realmente una entrega muy grande; es un contacto muy fuerte con la comunidad, con el niño, con la familia y con el hacer de la escuela pública como único referente cultural que hay en la zona", expresó.
Calificó a esta etapa de la formación docente como "muy importante", ya que le permite al alumno conocer la realidad de la escuela rural y del maestro que se desempeña en la campaña. "Es una práctica de un mes entero, es decir durante todo un mes se van al medio rural, se alejan del Instituto, conocen una planificación totalmente distinta porque una escuela multigrado no es lo mismo que hacer una práctica en una sola clase; les plantea un desafío muy importante a los muchachos y vienen siempre muy comprometidos y queriendo volver", manifestó.
MISIONES SOCIOPEDAGÓGICAS
Reggiardo confirmó que se pretende, después de muchísimo tiempo, reeditar lo que son las Misiones Sociopedagógicas en la zona de Centurión. "Hemos tenido distintos contactos, en varias oportunidades hemos ido a Centurión, hemos visitado a la gente y en el mes de octubre, en un mes más o menos, estaríamos yendo en una misión sociopedagógica, con características propias, pero que sí pretende tomar muchísimo de eso que nos dieron los pioneros en esta experiencia, lo que podemos leer de los libros, lo que recogimos de las entrevistas con los vecinos, con los maestros, con los que fueron alumnos en aquella época, que nos están un poco iluminando el camino para poder volver con esa actividad", indicó.
“ES UN ORGULLO EJERCER ESTA PROFESIÓN”
Yania Nassiff y Silvia Pereira son estudiantes de 4º año de Magisterio, y recientemente realizaron la práctica rural. Al comentar su experiencia, insistieron en la "dicotomía" que existe entre las escuelas del medio rural y las de la ciudad. "Las escuelas son diferentes, los niños son diferentes, el trabajo del maestro rural es totalmente diferente al del maestro de la ciudad, es diferente en cuanto al relacionamiento con los padres también; la campaña necesita más una figura de un docente que esté presente, que se interese por la escuela, que luche.
Además, un docente de campaña tiene que saber plantar, arreglar un mueble, subirte a un techo, cosas diferentes además de lo curricular, sin menospreciar el trabajo que realiza el maestro de la ciudad. Es una experiencia que realmente vale la pena, cuando éstas allí realmente te das cuenta de lo que aflora en vos, de la fuerza y la vitalidad que podés sacar porque a veces el cansancio vence los ánimos, pero después que te relacionadas, te das cuenta que vale la pena todo ese trabajo que pasaste", manifestó Nassiff.
Por su parte, Pereira dijo que se pone a prueba la vocación durante el tiempo que dura esta práctica en el medio rural. "El maestro rural es multifuncional y multifacético, tanto tiene que hacer una huerta, trepar a un caballo, buscar a algún niño o llevar un comunicado, manejar un motor, el maestro rural tiene que hacer muchas veces de maestro comunitario, esa es la gran diferencia con el maestro urbano, es otro tipo de tarea la que realiza el maestro rural", señaló, al tiempo confirmó que es una oportunidad para que florezca la vocación: "cuanto más trabajo se pasa, uno más se va dando cuenta si de verdad a uno le va gustando lo que estamos haciendo. Nosotros estamos a punto de egresar, ya nos estamos por recibir y la práctica rural, que es parte del 4º año de magisterio, es el puntapié final de la carrera para realmente descubrir si la vocación es la docencia", expresó.
Fuente Diario Atlas
Pero como eran la Misiones?
Lo cuenta la maestra Lala Piedra Cueva
Los vínculos con la comunidad eran intensos. La Maestra Irma Piedra Cueva "Lala" brinda el siguiente ejemplo: "Un trabajo lindo que hacíamos acá era ir los domingos en camión a una escuela rural a realizar actos culturales, charlas.
Iban enfermeras, médicos, la gente que quisiera acompañarnos a dar charlas sobre determinado tema y eso significaba para la escuela un hecho social y también aportaba todo lo que podíamos llevar nosotros, desde biblioteca, donaciones de libros, etc.
En este año de 1949 hubo otro acontecimiento novedoso que fundó una tradición: las Misiones Socio-Pedagógicas. Estas contribuyeron en la formación de los estudiantes magisteriales que participaban de las mismas.
Las misiones eran instancias educativas muy intensas y a tiempo completo. Los estudiantes aplicaban en la realidad lo aprendido de forma teórica. Una verdadera experiencia de aprendizaje dialéctico que marcó profundamente a varias generaciones de alumnos3: "Las Misiones consistían en la preparación de los estudiantes, maestros y del grupo en aspectos de la vida, de la sociología del campo, la investigación, la vivienda, la alimentación. Nos preparábamos sobre esos temas antes de salir y luego, en semana de turismo generalmente unos 10 o 15 días, nos trasladábamos a una escuela rural y abarcábamos una amplia zona, es decir con varias escuelas circundantes.
"¿Quienes íbamos? El grueso, la mayoría, éramos estudiantes de magisterio, pero también iban maestros, profesores del Instituto, venían de Montevideo estudiantes de Medicina, Veterinaria, Odontología, Agronomía.
De acá iban estudiantes de UTU, de la Escuela Agraria, estudiantes e inspectores de Enseñanza Primaria. Nos prestaban camiones de la Intendencia o el Ejército (...). "Hacíamos investigación sobre vivienda, salud, alimentación, sobre todos los aspectos de la vida humana. También visitas domiciliarias a todas las familias, reuniones recreativas y culturales con los vecinos. La gente de odontología, que eran estudiantes de los últimos años, aplicaban todo lo aprendido como extracciones, curaciones. Los médicos examinaban, las enfermeras vacunaban.
" Esa experiencia sirvió mucho para tomar contacto con la realidad, que no conocíamos, para sensibilizar, también para aprender a trabajar en equipo, aprender a compartir, dividir tareas, organizarnos.
También sirvió mucho después porque prácticamente todos los maestros y estudiantes, hasta ahora tengo compañeros de UTU con los que recordamos esos tiempos, cuando se formaron profesionalmente fueron algo así como militantes en el trabajo social, no solo dentro de la escuela con el niño sino proyectándose a la comunidad con un trabajo diferente" (Testimonio de la Maestra Irma Piedra Cueva, cit. ).
Los estudiantes varones arreglaban el techo de los galpones, hacían un puente sobre un paso que no permitía el pasaje de los niños. Se morían de cansados porque era gente que no estaba acostumbrada a ese tipo de trabajo, pero de igual manera lo hacíamos.
"En las noches había asamblea de todo el grupo para informar lo que se había visto y se analizaban las situaciones, cada uno daba su opinión. Se planificaba el trabajo del día siguiente.
En setiembre de 1949 hubo una reunión de alumnos y profesores con el fin de escuchar el testimonio de tres estudiantes montevideanos (uno de magisterio, otro de medicina, y uno de agronomía) que en julio habían participado de una misión en la zona de Quebracho. El entusiasmo de los jóvenes expositores y el profundo contenido social de la experiencia impactó a estudiantes de 7º año de magisterio que tuvieron la iniciativa de crear un Centro de Misiones Sociopedagógicas.
Uno de los aspectos destacables de la iniciativa fue la decisión de los alumnos de postergar un viaje que tenían previsto a Buenos Aires y destinar los fondos al financiamiento de la Misión. Los estudiantes reunidos en asamblea -con asesoramiento docente- resolvieron realizar una misión en octubre en Centurión.
La iniciativa contó con el apoyo oficial del Instituto y de la Inspección del Escuelas. El Inspector Enrique Brayer explicó en un programa radial en La Voz de Melo el alcance de la empresa. Se quiso comprometer a todo el pueblo en una tarea concebida con hondo sentido social. La misma se concretó de acuerdo a lo previsto.
Al regreso, los misioneros melenses hicieron un acto en el Teatro España para informar de lo actuado. Participó el Inspector Enrique Brayer, gran impulsor de la experiencia. Una de las notas dominantes fue la poca concurrencia de maestros y estudiantes magisteriales.
Algunas personas y empresas ofrecieron importante ayuda, sin ella no hubiera sido posible el éxito de la Misión: Juan López y López aportó sus camiones y conductores para trasladar personas y enseres; El Aero Club de Melo posibilitó el envío de medicamentos y otros insumos cuando el estado de los caminos impedía el acceso por vía terrestre; Antonio Giannola colaboró de múltiples maneras; La Voz de Melo permitió transmitir toda la información necesaria y mantener en contacto permanente a los misioneros con la ciudad y en especial con sus familias. También colaboraron el Municipio, la Brigada de Caballería, y la Jefatura de Policía.
Estas experiencias continuaron y constituyeron un capítulo trascendente de la historia sociocultural del Departamento de Cerro Largo.
* Aportaron elementos significativos para la formación docente,
* posibilitaron que los estudiantes magisteriales conocieran directamente la realidad del rancherío y la miseria rural;
* "aprendieran" -gracias a la convivencia con la gente, el apoyo de los maestros y profesionales universitarios que los acompañabanlas carencias y necesidades de los habitantes del medio rural;
* se prepararan en el manejo de estrategias y recursos para el mejoramiento de sus condiciones objetivas de existencia. Muchos estudiantes trabajarían, una vez recibidos, en ese medio.
Algunos de los problemas que más preocupaban a los educadores a principios de los años cuarenta:
1. El régimen de distribución y tenencia de la tierra. El 50% de los propietarios poseía el 5% de la propiedad territorial rural; el 5% poseía el 50% de la tierra y el restante 45% poseía el 45% de la propiedad rural. [...]
2. La presencia de los rancheríos, forma extrema del minifundio. Para 1941, Julio Castro estimaba su número en 587, con aprox. 120.000 habitantes, entre ellos de 20.000 a 25.000 niños en edad escolar, personas, dice Castro, “que viven por debajo de lo que podría considerarse nivel de vida humano”.
3. El carácter tradicional de la economía y el estancamiento de la producción. [...]
4. La inexistencia de verdaderas comunidades rurales. [...] Con la relativa tecnificación de la ganadería que siguió a la introducción de los alambrados a fines del siglo XIX, se produjo la expulsión de la parte económicamente prescindible de los habitantes de las estancias, gestándose así enclaves minifundiarios que carecen de fuentes de trabajo estables, los rancheríos o pueblos de ratas. [...] Cuando más adelante la escuela rural y las misiones sociopedagógicas procuran hacer un trabajo comunitario, se encontrarán con que no existen comunidades ni organizaciones vecinales ni otros líderes que escasos caudillos políticos.
5. La falta de servicios públicos. [...]
6. El éxodo hacia las ciudades. [...]
7. El bajo nivel de vida y de cultura de la población. [...] El rancho plantea grandes problemas de convivencia, salud e higiene.
Miguel Soler, El movimiento a favor de una nueva escuela rural, 1987.
La Misión, por tanto, era una experiencia de formación docente invalorable que los preparaba para la práctica rural, levando a una intensa convivencia de los estudiantes con los pobladores rurales.
El 4 de abril de 1950 partió rumbo a Centurión la delegación de estudiantes y maestros que realizarían la Misión Sociopedagógica.
Estaba integrada por: "El señor Inspector de Escuelas don Enrique Brayer y la señora profesora del Instituto doña Haidée Lúgaro; maestros Vicente Marchesano, Hair Fonseca; Juan José Brizolara, Nibia García, Asunción Correa, Mabel Iturrioz y Alegría Cazarré. "Estudiantes: Elías Caltieri, José Melo Souza, Julio Rivero, Pablo E. Fratti, Modesto Pereira, Rubén Fonseca, Nelly Navarrete, Sarita Cheroni, Gloria Viera, Blanca Perdomo, María Julia Alvarez, María 6 Ibid., ff. 37-39. 48 Cesarina Alvarez, Belquis Maquieira, Blanca Pereiras, Sebastián Baptista y Joaquín Duarte, todos ellos alumnos del Instituto.
"Acompañan además a los misioneros actuando como tales, los estudiantes de agronomía y de medicina llegados expresamente de Montevideo, señores: Ariel Artelague (agronomía), Carlos Olaizola (agronomía), Felipe Canteras (medicina) (...)
El valioso aporte de la Escuela Industrial de Melo estuvo representado por los estudiantes Ibarra y Moreira. Acompaña también a los misioneros el señor Martínez Acosta y Lara. Melo ha respondido ampliamente al llamado de ayuda para la misión. El Instituto Normal contribuyó con la suma de $ 100. Se destaca, una vez más, la presencia del Inspector Brayer, la recientemente recibida, Mtra. Alegría Cazarré, y los estudiantes Pablo Fratti, Nelly Navarrete, Blanca Pereiras. Todos tendrían, posteriormente, destacada actuación en el magisterio departamental y nacional.
La Misión contó con la colaboración de La Voz de Melo que irradiaba mensajes de apoyo, saludos de los familiares e incluso música. La difusión pública de estos programas contribuía a informar y a comprometer a la comunidad en la labor de los misioneros.
La tarea duró diez días y el retorno fue triunfal: se formó una caravana de autos y camiones que salió a recibir a los misioneros al Paso del Pesiguero, a 15 kilómetros de Melo. Venían en camión, muy incómodos pero felices por la labor realizada. Por la noche hubo un cocktail para agasajarlos.
El domingo 16 se hizo un acto en el Teatro España a fin de informar de la obra realizada. No es posible evaluar con exactitud el grado de apoyo social con que contaron las misiones. Podemos suponer -tanto por el testimonio de los deponentes, como por los documentos de prensa y los registros del Libro diario - que, vencidas las primeras reticencias suscitadas en 1949, el pueblo se comprometió cada vez más, por lo menos durante la década de 1950. Posteriormente las condiciones políticas variaron, la creciente polarización ideológica y conflictividad social determinó que se echaran sombras de duda sobre los verdaderos móviles de las misiones.